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El mármol tiene memoria: Lola Mora y la estatua de Laprida

En Jáchal hay una estatua centenaria de Francisco Narciso Laprida. Fue creada por una talentosa escultora argentina, despreciada por un país que simplemente no pudo comprenderla. Lola Mora luchó contra la desigualdad de su época y murió lejos del reconocimiento que merecía.

Lugares de San Juan08/04/2025 Elena
plaza de jachal pintura
"Jáchal puras luces" Autor: Mario Pérez. Óleo sobre paño de vinilo

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En la plaza San Martín, Jáchal, existe una escultura de Francisco Narciso Laprida. Está rodeada de árboles, bancos vacíos y silencio. La obra fue realizada por Lola Mora, una de las primeras escultoras argentinas, olvidada por la historia oficial. La escultura atravesó el desprecio, el olvido y la indiferencia. Fue rechazada por el Congreso de la Nación, guardada durante décadas, y recién encontró su sitio definitivo en la provincia entre 1951 y 1953.

La estatua de Laprida formaba parte de un cuarteto pensado para decorar el vestíbulo del Congreso de la Nación. Las otras esculturas representaban a Mariano Fragueiro, Facundo de Zuviría y Carlos María de Alvear. Los cuatro habían presidido Asambleas Constituyentes, pero fueron tildados de “adefesios” por un grupo de diputados. Las estatuas fueron retiradas en 1915 y trasladadas a distintas provincias.

La estatua de Laprida fue la que más sufrió. Pasó por depósitos y espacios públicos. Fue ubicada por un breve tiempo en el Parque 25 de Mayo, pero la presencia de otra estatua del mismo prócer, obra de Luis Perlotti, volvió a dejar a la pieza de Mora sin lugar. Años después, fue finalmente instalada en la plaza central de San José de Jáchal.

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Pero ¿Quién fue la autora de esta obra?

Lola Mora fue una Tucumana de corazón, aunque no se sabe bien dónde nació realmente. Viajó a Europa con una beca y volvió en 1900 convertida en una celebridad. Su nombre aparecía en revistas, su cara en los diarios. El presidente Roca la apoyaba y eso le permitía avanzar con sus obras. Propuso construir una fuente de mármol de ocho metros para Buenos Aires. La hizo en Roma y la envió embalada. Cuando llegó, empezaron las críticas. Decidieron no ubicarla en Plaza de Mayo porque tenía figuras desnudas. Finalmente, la colocaron en el Parque Colón.

En la inauguración no estuvo Roca. Las opiniones se dividieron. Algunos sectores la atacaron con dureza. Los anarquistas la acusaban de servir a una sociedad decadente. Lola siguió trabajando. Esculpió a Avellaneda, a Zuviría, a Alvear, a Aristóbulo del Valle. También hizo relieves para la Casa Histórica de Tucumán.

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En 1913, un diputado la atacó en el Congreso. Dijo que sus estatuas eran horribles. Las retiraron. Con la muerte de Roca, perdió el respaldo político. Sin encargos, vendió su taller en Roma y volvió a la Argentina. Intentó retomar el Monumento a la Bandera, pero el proyecto fracasó. El gobierno anuló el contrato. Las obras que había hecho se dispersaron. La fuente de las Nereidas fue llevada a la Costanera Sur. La empujaron fuera del centro.

Con el tiempo, Lola se quedó sin dinero. Tuvo un accidente cerebrovascular. Perdió el habla, la visión de un ojo y quedó paralizada. La gran artista murió en 1936, sola y empobrecida.

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