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Hitler asesinó a sus rivales políticos, a hombres leales, demostrando así que su ambición no tenía límites
Historia01/07/2025
Redacción EnSanJuan
Hace 91 años, Alemania vivió una de sus noches más oscuras. la oscuridad se cernió sobre Alemania. Bajo el manto de la medianoche del 30 de junio de 1934 que se extendió hasta las primeras luces del 1 de julio, la muerte recorrió por sus calles.
Las Bestias Dormidas: Una Amenaza Desde Adentro
Adolf Hitler, había prometido un nuevo amanecer. Aquella noche la Sturmabteilung (SA), las famosas "camisas pardas", millones de hombres, leales a su comandante Ernst Röhm, desfilaban por las calles. Sus botas resonando con una fuerza casi incontrolable.
Röhm, un camarada de viejas batallas, anhelaba una "segunda revolución", una purga social que iría más allá del mero ascenso de Hitler, y sus ambiciones rugían como un trueno distante. Los generales del ejército, con sus uniformes impecables y sus rígidas tradiciones, veían en estas hordas irregulares una amenaza insoportable, un desafío a su propia existencia.
El Hilo de la Traición: Una Decisión Macabra
En los pasillos oscuros del poder nazi, la conspiración se tejía. Hitler, siempre el maestro titiritero, observaba con creciente paranoia la independencia de Röhm. ¿Podría esta bestia, a la que él mismo había alimentado, volverse contra su creador?

Las susurros se convirtieron en gritos, impulsados por figuras como Heinrich Himmler, el gélido arquitecto del terror de las SS, y Hermann Göring, el voraz y ambicioso lugarteniente. Juntos, tejieron una red de mentiras, forjando "pruebas" de un inminente golpe de estado por parte de la SA. Las acusaciones eran falsas, pero la maquinaria del horror ya estaba en marcha, sus engranajes chirriando con la promesa de sangre.
La Matanza: Un Festín de Horrores al Amanecer
El sol aún no había asomado cuando el Führer, poseído por una furia fría, voló hacia Bad Wiessee. Allí, en un tranquilo retiro, Ernst Röhm y sus tenientes dormían, ajenos a la guadaña que se cernía sobre ellos. Hitler, con sus propias manos, irrumpiría en sus habitaciones, desatando la pesadilla. Pero lo que ocurrió en Bad Wiessee fue solo el inicio.

Como una plaga infernal, la purga se extendió por toda Alemania. Escuadrones de las SS, siluetas sombrías bajo la luna, irrumpieron en hogares, arrastraron a hombres de sus camas y los llevaron a oscuras prisiones.
Las listas eran largas y sangrientas. No solo los líderes de la SA cayeron. También lo hicieron viejos enemigos, figuras conservadoras que se atrevieron a cuestionar el rumbo del régimen, e incluso aquellos que simplemente estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Ernst Röhm, el leal camarada, fue ejecutado en su celda. Gregor Strasser, otrora rival, fue silenciado para siempre. Kurt von Schleicher, el último canciller antes de Hitler, y su esposa, fueron acribillados en su propia casa.
Los disparos resonaron en la noche, el eco de vidas arrebatadas sin juicio, sin piedad. Los cuerpos, a menudo, desaparecían, devorados por las llamas secretas, como si quisieran borrar hasta el último rastro de su existencia.

El Legado: Un Pacto de Sangre con la Tiranía
Cuando el sol del 1 de julio finalmente se elevó, iluminó una Alemania transformada. El número exacto de víctimas se perdió en la niebla del miedo, pero se calcula que cientos, quizás más de mil, habían perecido. La SA, domesticada y quebrada, se arrastró de rodillas, su poder destrozado. Las SS de Himmler emergieron de la sombra, ascendiendo a la cima de la jerarquía del terror, encargadas de vigilar y aplastar cualquier atisbo de disidencia.
El ejército, al ver eliminada a su molesta rival, juró lealtad incondicional al Führer. Pero la verdad más escalofriante fue que la Noche de los Cuchillos Largos no solo eliminó a los oponentes; reveló al mundo la verdadera naturaleza del régimen.
Hitler había demostrado que no dudaría en ahogar en sangre a cualquiera, incluso a sus propios aliados, para aferrarse al poder. La ley ya no importaba; solo la voluntad del Führer era la ley.
Fue el primer acto de una tragedia mucho mayor, un prólogo sangriento a los horrores que se avecinaban: la guerra mundial, el genocidio. La noche que sangró Alemania fue el presagio de un abismo que se abriría para devorar al mundo.



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